Es ampliamente difundida, y además conocida, la verdad acerca de la incidencia de ciertos gases, emitidos a la atmósfera producto de actividades desarrolladas por el hombre, en la potencialización e incremento del efecto invernadero, que en forma natural permite la existencia de condiciones climáticas aptas para la vida. Dentro de esa gama de gases, quizá, el de mayor incidencia en los actuales momentos, dado su gran volumen de emisión y su capacidad de permanencia en el aire, es el Dióxido de carbono (CO2). Este ha pasado de una concentración en la atmósfera de 280 ppm (partes por millón)*, en la época preindustrial, a 380 ppm en la actualidad, lo que, desde luego, es impresionante si se tiene en cuenta que este margen de variación supera el de los últimos 650.000 años por causas naturales.
Sin embargo, se mira con preocupación el repunte de las emisiones de metano (CH4), un gas veinte veces más potente que el Dióxido de carbono desde el punto de vista del calentamiento, cuya concentración en la atmósfera ha pasado de un valor aproximado de 715 ppb (partes por billón) en la época preindustrial a 1.775 ppb en 2005, según lo demuestran los testigos de hielo. Sus fuentes de emisión son muy variadas pero su destrucción es rápida en comparación con el CO2, de tal manera que la vida media del CH4 atmosférico es de 12 años. La agricultura, la ganadería y la quema de vegetación son las principales fuentes humanas productoras de este gas.
Pero lo más inquietante, sin lugar a dudas, en lo relativo al CH4, es la gran cantidad alojada en el fondo marino y su posible liberación a causa del calentamiento de las aguas de los océanos y la disminución de la presión que estas ejercen sobre su gran depósito. Este posible evento es considerado científicamente como un punto más de inflexión o de no retorno en la lucha contra el acelerado Cambio climático que nos acosa.
Durante mucho tiempo se pensó que la vida en el mar era casi nula más allá de donde era posible la penetración de la luz, de tal manera que el descubrimiento de una gran microbiología submarina ha transformado este conocimiento de manera radical. Según el profesor Bo Barker Jorgensen, del Instituto de Biología Marina Max Planck de Bremen, “una de las consecuencias más destacadas de este cambio de perspectiva es que el fondo marino se comporta como un biorreactor anaeróbico gigante en el que se producen enormes cantidades de metano”. Allí los microorganismos se alimentan de materia viva proveniente de la superficie que se ha acumulado a lo largo de miles de años en un sustrato de hasta varias centenas de metros.
Se ha descubierto que el 90% del metano oceánico se degrada por procesos microbiológicos tan pronto como se produce. En palabras de Bo Jorgensen “la existencia de esta barrera natural antimetano es capital en la regulación del clima a escala de todo el planeta”.
Además de esta barrera microbiológica -que de faltar, la desregulación climática a nivel planetario sería absoluta- se ha descubierto la presencia de Clatratos o Hidratos de metano en gran extensión en el fondo de los océanos. Estos compuestos, cuya estructura es similar a los cristales de hielo, contienen una gran cantidad de gas comprimido a alta presión, motivo por el cual se mantienen en estado sólido en las bajas temperaturas de las profundidades marinas. Se calcula que hay entre 10.000 y 42.000 billones de metros cúbicos de este material dispersos en dichos lugares.
La disociación de estas estructuras y el debilitamiento de la mencionada barrera microbiológica son efectos que podrían desatar una descomunal emisión de este gas a la atmósfera con consecuencias desagradables para el funcionamiento normal del planeta y para la vida que en el habita. Un volumen de clatratos libera unos 170 volúmenes de gas natural cuando se disocia. Si la presión que ejerce el agua sobre los clatratos disminuyera o la temperatura de los océanos se incrementara, la idea de tal disociación sería posible. Además, hay que tener en cuenta que este proceso es un circuito de retroalimentación positiva: mientras más aumenta la temperatura mas cerca estamos de que esto ocurra; y a la vez, si llegara a ocurrir, se habrá pasado el umbral de temperatura en donde aún sería posible el retorno.
Al ritmo actual de calentamiento no se descarta que este fenómeno ocurra; el tiempo exacto en que se pueda dar es una incógnita. Tal como lo señala el IPCC en su último informe, el calentamiento del sistema climático es inequívoco, como lo evidencian ahora las observaciones de los incrementos en las temperaturas medias del aire y los océanos, el derretimiento generalizado del hielo y la nieve, y la elevación del nivel medio del mar en el mundo. Sigue estando en nuestras manos hacer algo para detenerlo.
* ppm (partes por millón). Es la relación entre el número de moléculas de gas de efecto invernadero con el número total de moléculas de aire seco. Por ejemplo, 380 ppm quiere decir, 300 moléculas de gas de efecto invernadero por un millón de moléculas de aire seco.
Fuentes: Revista de la investigación europea.
El clima está en nuestras manos. Tim Flannery
Nelson Vásquez Castellar.
www.elobservadorm.blogspot.com
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