(por Miguel Jara) La última “ola de calor” deja en evidencia el cambio climático. Desde que comenzó a exponerse este gravísimo problema global se ha intentado fabricar la duda sobre su existencia. ¿El objetivo?: ralentizar el tiempo de reacción para evitar el cambio a un modelo económico y ecológico, “sostenible”.
He escrito sostenible entre comillas porque la palabra me parece muy gastada, cooptada por los lobbies industriales a los que no interesa que haya cambio climático… pero para entendernos. No le interesa a las industrias “sucias”, aquellas que nos hacen dependientes de un modelo energético y económico basado en los combustibles fósiles que ha provocado que el clima esté cambiando. Y tampoco a los gobiernos que ejercen de delegados comerciales de las mismas en las cumbres climáticas y otros foros de discusión.
En un acertado artículo el experimentado ecologista José Luis Gallego escribe lo siguiente:
"Lo inquietante no es que estemos sufriendo una abrasadora ola de calor, otra más en nuestro largo historial. Lo verdaderamente alarmante es que esas olas de calor sean cada vez más intensas y su período de recurrencia, más corto. Pero sí que podemos asociar con el cambio climático el hecho de que 2014 haya sido el año más cálido desde que se tienen registros y que 2015 lo vaya a superar de largo. Que 14 de los 15 años más cálidos de la historia sean los últimos 14: eso sí es relevante y revelador, incluso desde la más rigurosa de las prudencias”
La prudencia en estos asuntos es sana. Pero también hay una prudencia “enferma”; la prudencia interesada y fomentada por lobbies industriales y seguida en connivencia por gobiernos interesados que lleva a intentar alargar en el tiempo la toma concreta de medidas tendentes a corregir un grave problema como el cambio climático.
Histórico es el rechazo de Estados Unidos al Protocolo de Kyoto cosa que no deja de resultar irónica e inquietante; que la nación con mayor emisión de gases contaminantes y la principal promotora de los bienes públicos mundiales no hubiese ratificado un acuerdo valioso para reconocer el problema y tomar medidas justas.
Lo hizo, con estrecha visión económica y ecológica, para “proteger” a su industria energética. Escribo estrecha porque de continuar así la cosa del clima nos pasará por encima a todos sí o sí.
Hay que destacar que durante decenios la industria de las energías fósiles gastó billones de dólares para mantener la duda sobre la existencia del cambio climático. Cuanto más tarde se tomaran medidas más dinero seguirían ingresando por su negocio. Desarrollaron estrategias de comunicación para fomentar la ignorancia sobre el problema. Para distraer la atención del mismo.
Básico en esta estrategia ha sido pagar a científicos “independientes” para que hicieran informes cuyas conclusiones fueran contrarias a los de quienes alertaban sobre el desarrollo de un cambio en el clima. Así se genera la duda y una vez instalada esta en la sociedad se pide “prudencia” a la hora de tomar medidas que puedan contrariar los intereses económicos de las compañías (y los gobiernos) que contaminan y fomentan así una catástrofe ecológica.
La fábrica de dudas ha funcionado. La toma de medidas drásticas para reducir emisiones y fomentar energías limpias en democracias limpias se ha retrasado.
Urge el cambio a un modelo económico ecológico, con austeridad basada en el reparto de la riqueza. De impactos ambientales mínimos o nulos. Que se base en la calidad más que en la cantidad. Para la gestión común e independiente de los intereses de los lobbies es necesario profundizar en la democracia; “ecologizar” la democracia y democratizar la ecología. Una medida que favorecía todo ello era el fomento de la autoproducción de energía solar para consumo propio y venta del sobrante que el actual Gobierno español liquidó.
Y es que el cambio climático sirve de excusa para los más variados negocios. Como cuando se intentaba impulsar como alternativa de la energía atómica o nuclear por ser “limpia".
El cambio climático es quizá el mayor problema ecológico y de salud que enfrenta el ser humano.
Como reconocer su existencia sería como atestiguar que el actual modelo económico es un fracaso, primero se ha negado este problema –“mérito” atribuible al movimiento “negacionista” o “escéptico”- y luego se ha intentado minimizar, hacer creer que no es lo suficientemente importante como para preocuparse.
La realidad es más terca de lo que ciertos lobbies o grupos de interés privado quisieran y una vez que no se ha conseguido negar la existencia del cambio climático se intenta combatirlo haciendo negocio y es aquí donde entra en juego la geoingeniería. Pero la manipulación intencional del clima a escala planetaria mediante el empleo de sofisticadas y contaminantes tecnologías para intentar frenar el cambio climático no es la solución y puede en cambio sumar problemas.
La fábrica de dudas puede y debe combatirse con sano escepticismo de lo que provenga de compañías y gobiernos con conflictos de interés en el cambio climático. Y con buena información. De la Ciencia independiente y del periodismo y las personas libres.
Fuente: MiguelJara.com - publicado con autorización del autor
Imagen de Orbit17.com y fotografía de Oxfam International en Flickr, bajo licencia Creative Commons (CC BY-NC-ND 2.0)
~ CambioClimático.org
Comenta en Facebook