La aceleración del cambio climático plantea un gran reto para la estabilidad y supervivencia de nuestra civilización. Mientras más uso hacemos de los combustibles fósiles y sus derivados para satisfacer nuestras necesidades energéticas, mientras más acudimos a la tala indiscriminada y extensiva de bosques y selvas para la implantación de monocultivos y el pastoreo a gran escala, mientras más nos demoramos para establecer políticas y mecanismos coherentes para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y hacer uso racional de los recursos naturales que poseemos, más nos acercamos al punto de no retorno para detener o estabilizar las condiciones climáticas a un nivel tolerable y de posible adaptación.
Mientras más nos demoramos en hacer lo que está en nuestras manos hacer, más rápido nos deslizamos por la pendiente que nos conduce a la resignación.No se trata de enviar un mensaje escatológico, apocalíptico.
Tampoco de inducir a la reacción por medio del temor. Se trata de crear conciencia con base en el fundamento lógico de preservar lo que tenemos para subsistir, de administrar racionalmente lo que, demostrado está, no es inagotable.
Tal vez las apreciaciones científicas son diversas al abordar el tema del cambio climático: algunos comparten la idea de que la influencia del hombre a través del desarrollo industrial sustentado en la explotación de combustibles fósiles como motor de impulso es la causa principal; otros restan importancia a esta apreciación, a pesar de que existen estudios que demuestran una relación directa, y dan por hecho que todo se debe a causas externas o simplemente naturales a las que nada contribuye el ser humano. Sin embargo, cada día existe más consenso alrededor de la evidencia del incremento progresivo de la temperatura media del planeta y los efectos devastadores a mediano y largo plazo que este hecho puede provocar.
Los científicos consideran tres posibles puntos de inflexión que si se sobrepasaran podrían dar paso a unas condiciones climáticas radicalmente diferentes: La muerte de la pluviselva amazónica, la desaceleración o interrupción de la corriente del golfo y la liberación explosiva de metano desde el fondo marino. Aquí empezamos abordando el primer punto.
Al ritmo actual de desforestación, y con el continuo cambio climático, los científicos calculan que en dos decenios se destruirá 40% de la Amazonía y que otro 20% se degradará.
Durante los últimos 40 años se ha talado casi 20% de la selva tropical amazónica, más de lo que se desforestó desde el inicio de la colonización hace 450 años. Incluso el porcentaje tiende a ser mayor si se considera la tala de maderas finas que es más difícil de detectar que la tala total. Se teme que se pierda otro 20% de la cubierta selvática en las próximas dos décadas, lo cual iniciaría el deterioro de la gran variedad de ecosistemas que aloja y, consecuentemente, su destrucción. La selva amazónica en condiciones normales produce la mitad de la lluvia que necesita para subsistir gracias a la humedad que libera y sube a la atmósfera, pero la desforestación creciente a la que asiste en los actuales momentos limita esta capacidad y proyecta un panorama bastante desalentador hacia un futuro próximo que puede traer desde la desecación y muerte de muchos árboles, hasta el riesgo de que se generen incendios que arrasen los bosques.
Por otro lado, según uno de los modelos de simulación por ordenador del centro Hadley, denominado TRIFFID*(por sus siglas en inglés) sugiere que a medida que aumenta la concentración de CO2 en la atmósfera, las plantas comienzan a comportarse de una manera extraña, abriendo sus estomas durante períodos de tiempo más cortos, por lo que se verá reducida la transpiración. Y si hay menos transpiración habrá menos lluvias. TRIFFID indica que para 2100 los niveles de lluvia en la Amazonía se habrán reducido drásticamente y el 20% de esta reducción tendrá como causa principal los estomas cerrados. El resto tendrá como causa una sequía que se desarrollará a medida que el calentamiento del planeta se intensifique.
El aumento de temperatura al cual puede darse la destrucción de la pluviselva amazónica se estima en 5.5ºC, lo que conllevaría a una gran alteración del ciclo del carbono; pues, se estarían almacenando 350 gigatoneladas menos de carbono en la vegetación viva y 150 gigatoneladas menos en los suelos. Un 8% del total del carbono almacenado en la vegetación y los suelos del mundo. Una cifra abrumadora.
La selva está amenazada. Al ritmo actual de desforestación y si persiste el incremento acelerado de cambio climático, es posible que antes de terminado este siglo asistamos a la desaparición del más grande bastión ecológico del mundo. A la desaparición del pulmón que posibilita respiración de la tierra.
Es tan determinante la supervivencia de la selva amazónica que su desaparición representa un punto de no retorno en la lucha por estabilizar las condiciones climáticas que posibiliten nuestra permanencia como civilización sobre la faz del planeta.
*Top-down Rpresentation of Interactive Foliage and Flora Including Dynamics (Representación vertical del follaje y flora interactivos incluyendo su dinámica)
Fuentes: El clima está en nuestras manos. Tim Flannery. National Geographic en español, edición enero de 2007.
Nelson Vásquez Castellar.
www.elobservadorm.blogspot.com
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