Incluso una reducción inmediata y espectacular de las emisiones de gases de invernadero no podría impedir plenamente los efectos del cambio climático. El sistema climático responde a los cambios en los niveles de gases de invernadero con una desfase en el tiempo, en parte debido a la inercia térmica de los océanos. Las emisiones pasadas y actuales ya han sometido a la tierra por lo menos a algún tipo de cambio climático en el siglo XXI. Los ecosistemas actuales y las sociedades humanas serán sensibles a la magnitud y la velocidad de este cambio. Por consiguiente, si bien el control de las emisiones es fundamental, debe estar combinado con esfuerzos para reducir al mínimo los daños, mediante medidas de adaptación. Los sistemas ecológicos y socioeconómicos más vulnerables son los que tienen mayor sensibilidad al cambio climático y menos capacidad de adaptación. La sensibilidad es el grado en el cual un sistema responde a un cambio determinado en el clima; mide, por ejemplo, en qué medida la composición, estructura y funcionamiento de un ecosistema ha de responder a un determinado aumento de temperatura. La adaptabilidad es el grado en que los sistemas pueden ajustarse en respuesta o en previsión a un cambio de las condiciones. La vulnerabilidad define la medida en que el cambio climático puede perjudicar o dañar un sistema; depende no sólo de la sensibilidad del sistema, si no también de su capacidad de adaptación. Los ecosistemas que ya han estado sujetos a presión son particularmente vulnerables. Muchos ecosistemas son sensibles a las prácticas de gestión del hombre y la creciente demanda de recursos. Por ejemplo, las actividades humanas pueden limitar las posibilidades de que los ecosistemas forestales se adapten naturalmente al cambio climático. La fragmentación de los ecosistemas también ha de complicar los esfuerzos humanos por contribuir en la adaptación, por ejemplo, creando corredores de emigración. Los sistemas social y económico tienden a ser más vulnerables en los países en desarrollo con economías e instituciones más débiles. Además, las personas que viven en tierras áridas o semiáridas, en zonas costeras bajas , en zonas propensas a las inundaciones o en pequeñas islas, están sujetas a riesgos particulares. La mayor densidad de la población en muchas partes del mundo ha hecho que muchas zonas sean más vulnerables a peligros como las tormentas, inundaciones y sequías. La adaptación al cambio climático puede ser un acto espontáneo o planificado. Las personas, las empresas, los gobiernos y la propia naturaleza con frecuencia se adaptan a los impactos del cambio climático sin necesidad de ayuda externa. Sin embargo, en muchos casos las poblaciones necesitan planificar cómo han de reducir al mínimo los costos de los efectos negativos y aumentar al máximo los beneficios de los efectos positivos. Una adaptación planificada puede iniciarse antes, durante o después del comienzo de las consecuencias reales. Se dispone de seis estrategias generales de adaptación al cambio climático. Pueden tomarse medidas por anticipado para prevenir las pérdidas, por ejemplo, construir barreras para contener el aumento de nivel del mar o reforestar las laderas degradadas. Puede ser posible reducir las pérdidas a un nivel tolerable, entre otras cosas, concibiendo nuevas combinaciones de cultivo para asegurar un mínimo garantizado de la producción incluso en las peores condiciones. Se puede aliviar la carga de los directamente afectados por el cambio climático, dispersando o compartiendo las pérdidas, tal vez a través de medidas de socorro oficial en caso de desastres. Las comunidades también pueden cambiar una utilización o actividad que ha dejado de ser viable, o modificar la localización de una actividad, por ejemplo, trasladando de lugar un servicio de energía hidroeléctrica a otro lugar en que haya más agua o desplazando las actividades agrícolas de las pendientes de montaña escarpadas. A veces puede ser mejor restaurar un sitio como por ejemplo, un monumento histórico que se ha vuelto vulnerable a los daños de inundaciones. Las buenas estrategias han de basarse en las ideas y adelantos de la legislación, las finanzas la economía, la tecnología, la educación pública y la capacitación y la investigación. Los avances tecnológicos con frecuencia crean nuevas opciones para los sistemas sujetos a ordenación tales como la agricultura y el abastecimiento de agua. Sin embargo, muchas regiones del mundo actualmente tienen poco acceso a las nueva tecnologías y a la información. La transferencia de tecnología es esencial, así como la disponibilidad de recursos financieros. Las prácticas culturales, educativas, administrativas, institucionales, jurídicas y de reglamentación también son importantes para una adaptación eficaz, en los planos nacional e internacional. Por ejemplo, la capacidad para incorporar los intereses del cambio climático en los planes de desarrollo puede contribuir a garantizar que las nuevas inversiones en infraestructura reflejen las probables condiciones futuras. Muchas políticas de adaptación serían útiles aun sin el cambio climático. La variabilidad climática actual, que conlleva episodios climáticos extremos, tales como las sequías e inundaciones, causa mucha destrucción. Un aumento de los esfuerzos para adaptarse a esos episodios contribuiría a reducir los daños a corto plazo, con independencia de los cambios en el clima a más largo plazo. En general, muchas políticas que promueven la adaptación, por ejemplo, mediante el mejoramiento de la gestión de los recursos naturales o el mejoramiento de las condiciones sociales, son también fundamentales para promover el desarrollo sostenible. Sin embargo, pese a esas sinergias, resulta claro que la adaptación también ha de suponer costos reales y no ha de impedir totalmente el daño previsto. La elaboración de estrategias de adaptación se ve complicada por la incertidumbre. No es aún posible cuantificar con precisión los probables efectos futuros sobre un sistema particular en un lugar particular. Ello se debe a que las proyecciones del cambio climático en el plano regional son inciertas, con frecuencia se conocen poco actualmente los procesos naturales y socioeconómicos, y la mayoría de los sistemas están sujetos a muchas presiones diferentes que interactúan. Los conocimientos han aumentado espectacularmente en los últimos años, pero la investigación y el seguimiento seguirán siendo esenciales para lograr una mejor comprensión de los posibles efectos y las estrategias de adaptación necesarias para abordarlos. Fuente: Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y la Secretaría sobre el Cambio Climático (UNFCCC).
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