Del cuarto informe de evaluación presentado por el panel intergubernamental sobre cambio climático (IPCC por sus siglas en inglés) el año pasado, se puede extractar un gran cúmulo de información valiosa a la hora de establecer políticas responsables para mitigar los efectos que sobre la estabilidad social, política y económica global pueda tener el progresivo cambio de las principales variables climatológicas que se ha constatado hasta nuestros días y que se proyecta a futuro con resultados no muy halagadores.
Según el IPCC, si se mantienen las emisiones de gases de efecto invernadero al ritmo actual o a uno superior causarían un calentamiento mayor o inducirían muchos cambios en el sistema climático mundial durante el siglo XXI, que muy probablemente superarían a los observados durante el siglo XX.
Esto de hecho es alarmante si se tiene en cuenta que las concentraciones de Dióxido de carbono, el principal gas de efecto invernadero en la atmósfera mundial, ha pasado de un valor preindustrial de aproximadamente 280 ppm (Partes por millón) a 379 ppm en 2005 y su ritmo anual de crecimiento ha sido mayor durante los últimos 10 años; además las emisiones anuales de carbono fósil en vez de reducirse, aumentan.
De una media de 6.4 gigatoneladas de carbono (Gtc) emitidas por año en los noventa se pasó a 7.2 Gtc por año en el periodo 2000 – 2005; y si a esto se le suma que once de los últimos trece años (1995 – 2007) se encuentran entre los doce años mas calurosos de los registros instrumentales de la temperatura global en superficie, podríamos llegar si seguimos por el mismo rumbo, a un punto tan critico en materia de desastres, perdidas de vidas y migraciones, al que nunca antes en la historia hemos llegado.
El cambio climático debe ser tema principal en la agenda de gobierno de todo estado; pues, mas allá de tratarse de un tema meramente científico, es un tema social que afecta las esferas política y económica de toda nación.
Ningún conflicto armado ha causado niveles tan altos de desplazamiento forzado de la población como el que se podría generar si se cumplen las predicciones del IPCC sobre el aumento del nivel de los océanos producto del deshielo de los polos y el incremento paulatino de la temperatura media del planeta.
A medida que se vaya configurando ese escenario los pobladores de ciudades de gran importancia como New York, Londres, Miami o Cartagena, por citar solo unas, se verían forzados a desplazarse a lugares de mayor altitud, lo que consumiría grandes esfuerzos en materia de planeación para la reubicación de la población, además de perdidas económicas de gran magnitud dada la importancia mercantil de las ciudades costeras.
De acuerdo al informe, es muy probable que los fenómenos de calor extremo, olas de calor y fuertes precipitaciones continúen volviéndose mas frecuentes, como también, sobre la base de una gama de modelos, es probable que los ciclones tropicales (huracanes y tifones) futuros sean mas intensos con vientos de mayores velocidades. Información que debe dar luces para generar programas de prevención y mitigacion de impactos en las esferas sociales más vulnerables, sobre todo en países con bajos niveles de desarrollo y mayor exposición geográfica a los fenómenos citados.
Es necesario movilizar esfuerzos y recursos en pro de esta iniciativa con cooperación política a nivel internacional. Ninguna guerra ha dejado tantas victimas como las que pueden dejar a futuro los fenómenos violentos proyectados si no se toman medidas coherentes desde ahora para desestimular los cambios esperados.
El cambio climático, con todos sus efectos, es la gran amenaza de este siglo más allá de posibles guerras o el terrorismo. Todavía nos queda en la memoria la devastación causada por los huracanes Katrina, en los estados de Louisiana, Misissipi y parte de Texas en los Estados Unidos, y Wilma en la península de Yucatán y países centro americanos aledaños.
En días recientes nuevamente la naturaleza nos volvió a dar muestras de su poder destructivo con los huracanes Ike y Gustav, lo cuales irrumpieron con toda su fortaleza en las islas caribeñas de Cuba y Haití dejando a su paso, en esta ultima, muertes, inundaciones, destrozos materiales, hambre y miseria; terreno abonado para la proliferación de enfermedades y la desestabilización social, un panorama que es extensivo a la cuenca del Indico, parte del sudeste asiático y Australia donde fenómenos de similares características dejan el mismo cuadro de desolación y destrucción. Según estudios realizados, en la intensidad de estos fenómenos incide en gran medida el efecto del calentamiento progresivo del planeta.
No tomar las medidas pertinentes hoy para, por lo menos, desacelerar el cambio climático es condenarnos y condenar a generaciones venideras a un futuro incierto, es condenarnos a la extinción y a la desesperanza, es condenar a millones de personas al subdesarrollo.El cambio climático atenta contra el desarrollo. ¿Que hacemos alimentándolo?
Comenta en Facebook