En la actualidad el reto de la prevención de los conflictos, desde los estructurales hasta los de baja intensidad, pasando por los armados, se encuentra en la arena de la protección del entorno, cuyas mayores amenazas, presentes y futuras, están relacionadas con el cambio climático.
(artículo de Pablo Cotarelo, responsable del Área de Cambio Climático de Ecologistas en Acción)
Origen de los conflictos
Los conflictos en las últimas décadas han estado marcados por la lucha, abierta o encubierta, a nivel global o a nivel local, por el acceso a los recursos, como el agua, los minerales, las tierras y las fuentes energéticas. Particularmente estas últimas han tenido un papel muy destacado en la historia más reciente de la humanidad y de sus conflictos.
El petróleo y la construcción de un modelo
El petróleo no sólo ha transformado completamente el escenario de relaciones económicas y sociales sino que también se ha encontrado en el centro de buena parte de los conflictos. Además, gracias al petróleo, por ser una fuente de energía barata, se ha logrado construir en las últimas décadas un sistema donde se fomenta la acumulación de capital, la movilidad, el consumo, el crecimiento económico continuo, y por supuesto, el consumo creciente de energía. Debido al aumento de este consumo energético basado en combustibles fósiles (petróleo, pero también carbón y gas) se desencadena un fenómeno como el cambio climático, que, como consecuencia de las emisiones de CO2, provoca que la temperatura del planeta aumente y perturbe el equilibrio climático.
Efectos del cambio climático sobre recursos básicos
La perturbación más evidente del cambio climático y, por tanto, el origen más claro de conflictos, sería la relacionada con sus efectos físicos directos.
Las consecuencias de este fenómeno van desde la reducción de recursos básicos, como el agua y la tierra, hasta el empeoramiento de las condiciones de vida debido al aumento de temperatura, la subida del nivel del mar y la propagación de enfermedades, pasando por el drama de las migraciones.
Los últimos estudios (Informe Stern y 4o Informe del IPCC) son capaces de relacionar diferentes variables con un alto grado de exactitud. A partir de un nivel de emisiones de gases de efecto invernadero se puede conocer el intervalo de concentración de éstos en la atmósfera. Después, con un nivel dado de concentración de estos gases en la atmósfera se llega al rango de aumento de temperatura que provoca aquélla. Y finalmente, en función del aumento de temperatura, se obtienen una serie de consecuencias en diferentes ámbitos relacionados con los recursos y las condiciones de vida de las personas.
Ahora bien, es necesario resaltar que el hecho de superar los 2oC de incremento de temperatura supone un riesgo extremadamente alto de que ocurran efectos mucho más graves que los que se muestran anteriormente (tal y como indica el 4o Informe del IPCC).
En los últimos años, el empeoramiento de las condiciones de vida en algunas regiones, que se podrían relacionar con el cambio climático, ha provocado desplazamientos de grandes cantidades de personas buscando satisfacer sus legítimas necesidades básicas.
Estas circunstancias, unidas a las asimetrías estructurales en el reparto de los recursos a nivel mundial, aumentarán el riesgo de conflictos. Ya en el pasado, desastres relacionados con el clima y su impacto sobre los recursos han provocado hostilidades violentas, existiendo grave peligro de enfrentamientos en zonas tales como el África Occidental, la cuenca del Nilo y Asia Central.
En este punto conviene aclarar un aspecto en el que se debe ser cauto: a pesar de que hechos puntuales del presente no se pueden achacar al cambio climático de manera rigurosa, sí se puede afirmar que esos hechos son coherentes con las previsiones de los modelos de cambio climático. Es decir, hoy no podemos afirmar si una sequía determinada ha sido causada por el cambio climático y, en consecuencia, los conflictos derivados de ella son responsabilidad de este fenómeno. Sin embargo, sí se puede decir de forma rigurosa que dicha sequía, relacionada con un nivel de aumento de temperatura concreto, y con una duración y efectos determinados, será más frecuente e intensa en el futuro, en el que el aumento de temperatura será mayor y que, por tanto, los conflictos derivados de ella serán más frecuentes, y probablemente, más amplios e intensos.
Recapitulemos. La ecuación quedaría de la siguiente manera: más emisiones implican más temperatura, que son menos recursos para más personas, que asimismo suponen más conflictos. A los conflictos, en este ámbito, se les puede llamar de diferentes maneras: lucha de las personas de un mismo territorio por los recursos crecientemente escasos, lucha de personas que migran de su territorio por los recursos crecientemente escasos de otro territorio, o lucha de personas que migran de su territorio por los recursos que derrochan otras personas en otros territorios. Si asignamos nombres reales, el primer caso sería el de regiones del continente africano, el segundo el de diferentes zonas de este mismo continente, y el tercero el de africanos y africanas de diferentes zonas que migran a Europa. Pero se podría sustituir América Central y del Sur por África, y América del Norte por Europa, por ejemplo, y el resultado sería similar.
Las políticas de lucha contra el cambio climático
Una vez que se tiene información y cierta conciencia del problema del cambio climático y su gravedad, se comienzan a llevar a cabo políticas para intentar paliar sus consecuencias. Independientemente de su efectividad, rapidez o conveniencia, algunas de estas medidas causan y causarán conflictos de muy diferente naturaleza y alcance.
De forma genérica, estos conflictos se pueden dividir en dos grandes grupos según el tipo de sujeto principal de los mismos:
1. Resistencias del sistema establecido:
+ Reducción en la utilización del petróleo (carbón y gas): el control de la fuente de energía que sirve de base a la sociedad y al sistema económico que la sostiene ha provocado, provoca y provocará conflictos armados mientras se acerca irremisiblemente a su agotamiento. Ahora bien, si se llevan a cabo reducciones de emisiones en la línea de las marcadas por los científicos, es decir, el 80% en los países industrializados para mediados de siglo, los derivados del petróleo (sobre todo) dejarán de utilizarse masivamente. Pensar que la industria más poderosa del mundo va a quedarse sentada mientras ve cómo se pierde su volumen de negocio, y con él, su poder parece tremendamente ingenuo. De esta manera tenemos servido otro conflicto que, de hecho, no es nada nuevo. Porque, ¿qué son si no los obstáculos presentados por los negacionistas del problema, las presiones que reciben los políticos que encaran las negociaciones, las campañas de descrédito de personas y grupos defensores del clima, la publicidad que pervierte los mensajes de sostenibilidad, etc?
+ Relanzamiento de la energía nuclear: el cambio climático está sirviendo de excusa a la industria nuclear para intentar vender de nuevo su siniestro producto. Se apoya en que, en una parte de su desarrollo, la explotación de la instalación (se obvia el resto), no se producen cantidades considerables de gases de efecto invernadero. De esta forma, se pretende ampliar considerablemente el número de centrales nucleares existentes en el mundo para producir electricidad. Los conflictos sociales derivados de la utilización de esta tecnología amenazan con extenderse a más países de los que actualmente los albergan.
Enfermedades en los trabajadores de la minería del uranio, riesgo para las personas y el medio ambiente, el irresoluble asunto de los residuos nucleares, son sólo algunos de los conflictos actuales en un número relativamente reducido de países.
Por otro lado, en el supuesto de que la energía nuclear se generalizara en el mundo, nos encontraríamos con un problema añadido. El de una gran cantidad de material nuclear, con la posibilidad de ser utilizado para armamento, muy disperso, y en consecuencia, extremadamente complicado de controlar.
+ Reducción de sectores económicos importantes, como el del automóvil: una de las consecuencias de la reducción de las emisiones derivadas de los derivados del petróleo afectará al sector automovilístico (entre otros) de manera muy notable. La reacción ante esta circunstancia estará marcada por “detalles” como: la práctica totalidad de los medios de comunicación son importantemente financiados por anuncios publicitarios de este sector; la lucha sindical de los trabajadores por conservar su puesto en lugares donde el tejido industrial depende en gran medida de la fabricación de coches supondrá un gran reto sindical y social.
2. Respuesta social:
+ Rechazo local a diferentes proyectos de los Mecanismo de Desarrollo Limpio del Protocolo de Kioto: uno de los mecanismos de flexibilidad del protocolo para compensar emisiones en los países industrializados, los MDL, pueden incluir proyectos que atenten contra la integridad ambiental y/o social de lo lugares que los acojan, a pesar de que debería ser imposible por definición. El hecho de que algunos de los recursos relacionados con Kioto sean gestionados por organismos con una trayectoria como la del Banco Mundial, no supone una garantía de respeto a los principios de la protección del clima y de los que más sufren los efectos de su perturbación, más bien al contrario. Además, en el próximo acuerdo de Copenhage es posible que se introduzcan nuevos tipos de proyectos en los MDL, como la captura y almacenamiento de carbono, que implicarán nuevos riesgos de conflicto.
+ Deuda de carbono: la deuda contraída y no reconocida en las últimas décadas por los países industrializados con los países empobrecidos por la explotación de los recursos fósiles de éstos, y por las consecuencias de su combustión, entre las que se encuentra el cambio climático, supone un conflicto global que está siendo denunciado por organizaciones sociales tanto del Norte como del Sur.
+ Desigualdades locales y de género: ante desastres relacionados con el clima la experiencia dicta que aquellos y aquellas que tienen menos recursos económicos y carecen de todos los derechos, como las mujeres, sufren más las consecuencias de los mismos. Un ejemplo de ello es el caso del huracán Katrina en Estados Unidos. Resulta paradigmático que incluso en el centro del poder mundial no se escape al conflicto entre los derechos y lo que cuesta ejercerlos.
+ El reto de la autocontención para las sociedades opulentas: los países del Norte se encuentran ante el gran reto social de su historia: el de la autocontención. Rebajar los niveles de consumo se presenta como la única solución posible al fenómeno del cambio climático y la crisis ambiental. Surgen y surgirán conflictos entre estados y entre grupos sociales ante el reparto de responsabilidades y los ritmos a los que se deban asumir.
El cambio climático se puede considerar un conflicto en sí mismo. Su naturaleza es conflictiva porque no deja de ser el síntoma más amplio y grave de la incompatibilidad entre un modo de sociedad que no atiende a las dimensiones de los recursos y los sumideros del planeta, y las propias limitaciones físicas de ese planeta del que depende. Ahora bien, la otra cara de la moneda, la de las soluciones, no es muy distinta. Invertir el proceso supone sustituir los paradigmas y las estructuras establecidas, por otros en los que la sostenibilidad y la justicia social no sean sólo palabras.
Fuente: www.lakatxarraka.net (cc) - Foto: Galería de Cavanas en Flickr (cc)
Comenta en Facebook