Las emisiones futuras de gases de invernadero dependerán de las tendencias demográficas, económicas, tecnológicas y sociales en el mundo. El nexo con la población es sumamente claro: Cuantas más personas haya, más elevadas serán probablemente las emisiones.
El nexo con el desarrollo económico es menos claro. Los países ricos en general producen más emisiones por persona que los países pobres. Sin embargo, los países con condiciones económicas similares pueden tener tasas de emisión muy diferentes según sus circunstancias geográficas, sus fuentes de energía y la eficiencia con que utilizan la energía y otros recursos naturales.
Como una guía para los encargados de formulación de políticas, los economistas formulan “escenarios” de las emisiones futuras. Un escenario no es un predicción. En cambio, es una manera de investigar las consecuencias de hipótesis particulares acerca de las tendencias futuras, entre ellas las políticas sobre gases de invernadero. Según las hipótesis (que pueden ser bastante erróneas), un escenario puede proyectar emisiones en ascenso, estables o en descenso.
Recientemente se han elaborado cuatro guiones como base para formular escenarios. Las cuatro “familias” de escenarios resultantes contienen un total de 40 escenarios individuales. Un guión describe un mundo futuro caracterizado por un crecimiento económico muy rápido, una población que llega a su máximo a mediados de siglo y luego disminuye, y la rápida introducción de tecnologías nuevas y más eficientes. Un segundo guión es similar, pero supone una rápida transición hacia una economía más limpia basada en servicios e información. Un tercero describe un mundo en que la población sigue aumentando, las tendencias de desarrollo económico son regionales y no mundiales, y el crecimiento económico por habitante y cambio tecnológico son más lentos y más fragmentados. Un cuarto hace hincapié en soluciones nacionales y regionales para la sostenibilidad, con una población que crece de una forma lenta pero constante y un desarrollo económico medio. Ninguno de estos escenarios parte explícitamente de la base de que se aplique la Convención sobre el Cambio Climático o que se adopten políticas para alcanzar los objetivos del Protocolo de Kyoto en materia de emisiones. Con todo, incluyen escenarios en los que se hace menos hincapié en los combustibles fósiles que en la actualidad.
Las futuras concentraciones de gases de invernadero y aerosoles resultantes de estos guiones varían ampliamente. Por ejemplo, los modelos del ciclo del carbono proyectan para el año 2100 concentraciones de dióxido de carbono de 490 a 1260 partes por millón. Esto representa un aumento que se sitúa de 75 a 350% en relación con los niveles preindustriales. Los cambios proyectados en el metano varían de –10% a +120%, y los aumentos en el óxido nitroso, de 13 al 47%.
Se conciben escenarios de “intervención” para examinar el impacto de los esfuerzos por reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Estos dependen no sólo de las hipótesis sobre la población y el crecimiento económico, sino también de la manera en que las sociedades futuras respondan a la introducción de políticas sobre el cambio climático, tales como impuestos aplicados a los combustibles fósiles ricos en carbono.
Los compromisos internacionales actuales podrían permitir reducir ligeramente la tasa de crecimiento de las emisiones. En virtud de la Convención sobre el Cambio Climático y su Protocolo de Kyoto, los países desarrollados deberían reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero a los niveles de 1990 para el año 2000 y al 5% por debajo de esos niveles para el 2008 – 2012, respectivamente. Tales compromisos son importantes como primera medida, pero aportarán sólo una pequeña contribución a la meta definitiva de estabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera.
La estabilización de las concentraciones de gases de invernadero exigirá un importante esfuerzo. La estabilización de las concentraciones de dióxido de carbono en 450 ppm (un 23% por encima de los niveles actuales) exigiría que las emisiones mundiales descendieran por debajo de los niveles de 1990 en unos pocos decenios. La estabilización del CO2 en 650 ppm o 1000 ppm requeriría que las mismas emisiones se reduzcan en uno o dos siglos, respectivamente, y que continuaran disminuyendo de forma constante ulteriormente. Con el tiempo las emisiones de CO2 deberían disminuir a una fracción muy pequeña de los niveles actuales, pese al crecimiento de la población y la expansión de la economía mundial.
La reducción de las incertidumbres sobre los efectos del cambio climático y los costos de las diversas opciones de respuesta es fundamental para los encargados de la formulación de políticas. La estabilización o reducción de las emisiones en todo el mundo tendrían consecuencias prácticamente para todas las actividades humanas. Para decidir si merece la pena debemos saber cuanto costaría, y cuales serían las previsiones pesimistas en caso que dejáramos que las emisiones crecieran. También se plantean estrictas cuestiones morales, por ejemplo, en qué medida estamos preparados para financiar el clima del siglo XXII, que sólo verán los hijos de nuestros hijos.
Fuente: Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y la Secretaría sobre el Cambio Climático (UNFCCC).
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