A la luz del devenir cotidiano relativo a la preocupación que existe en torno al incremento progresivo de la temperatura media global del planeta durante los últimos 100 años aproximadamente; así como de las manifestaciones asociadas a este fenómeno, palpables en algunas regiones en mayor medida que en otras, es considerable hacer claridad en cuanto a la real concepción de cierta terminología de la que se hace uso cuando nos referimos a la dinámica climática de nuestros días.
Se habla del Efecto invernadero como si fuera algo nuevo, una amenaza que nos acecha por los pecados cometidos contra el planeta, dejando de lado o desconociendo su importancia en la configuración de la Tierra como un planeta habitable. Se hace referencia a los términos calentamiento global y cambio climático indistintamente, especialmente cuando hay manifestaciones meteorológicas que se salen de los promedios, pero incluso también cuando ocurren sucesos relacionados más con las deficiencias de infraestructura de los lugares en donde tienen ocurrencia que a evidencias puntuales de una variación inusual de tiempo atmosférico que pueda ser asociada al calentamiento global, tales como inundaciones, desbordamientos o deslizamientos de terrenos.
La lista es amplia y la real dimensión del problema relacionado con el aumento de la temperatura global es opacada por la ambigüedad con la que es tratado por algunos medios de comunicación al informar a la opinión pública, o cuando con cierto cálculo político el tema es utilizado por algunos personajes, especialmente gobernantes, para desviar la atención sobre otros temas.
Como el uso de estos términos se ha hecho tan común, en ocasiones sin saber si a lo que nos referimos guarda relación o no con estos, se intentará hacer claridad en torno a lo que son los fenómenos de Efecto invernadero, Calentamiento global y cambio climático. (Previamente se recomienda la lectura del artículo Clima, tiempo y calentamiento global como base para el afianzamiento de los conceptos reseñados).
Sus características fundamentales y sus distinciones se esquematizan a continuación:
La tierra recibe radiación electromagnética proveniente del sol, la cual es transportada en bandas de longitudes de onda comprendidas entre 0.15 y 4.0 micrones. De esta radiación, el 9%, aproximadamente, pertenece al ultravioleta, el 45% al espectro visible y el 46% al infrarrojo. Por esto, algunas veces se dice que la radiación solar es una radiación de onda corta. Solamente el 43% de esta radiación es realmente absorbido por la superficie terrestre, el resto lo absorbe la atmósfera en cantidades mínimas o es reflejado y difundido por el suelo y la atmósfera.
La radiación ultravioleta es absorbida, en su mayor parte, por el ozono estratosférico. El vapor de agua es el gas que absorbe la radiación visible en cantidades importantes, aunque también lo hacen en menor medida, las nubes y los polvos de acuerdo al momento. Las nubes reflejan gran parte de la radiación cuando están presentes, mientras que otros gases y partículas atmosféricas la difunden en diferentes direcciones, parte de esa radiación llega al suelo como radiación difusa. De tal manera que la radiación que llega al suelo es la suma de la radiación directa y de la difusa, suma que recibe el nombre de radiación solar global.
La energía de onda corta emitida por el sol se convierte en calor. La tierra remite a la atmósfera esta energía como radiación infrarroja en la banda de 4.0 y 80 micrones que es radiación de gran longitud de onda, y constituye la que comúnmente se le llama radiación terrestre. Una parte de esta radiación terrestre sale hacia el espacio, mientras que otra parte es absorbida por algunos gases que minoritariamente están presentes en la atmósfera, tales como vapor de agua (H2O), dióxido de carbono (CO2), ozono (O3), metano (CH4), oxido nitroso (N2O) y algunos aerosoles, entre otros. Estos gases tienen la particularidad de permitir la penetración de la energía solar hasta la superficie terrestre pero atrapan selectivamente el flujo ascendente de radiación infrarroja emitido por la Tierra. Generando así un efecto protector denominado “efecto invernadero”.
Este efecto produce un calentamiento general de la atmósfera baja y de la superficie terrestre. Gracias a su existencia, la temperatura media del planeta se eleva a +15°C, es decir, 33°C más que la que esta tendría si estos gases no estuvieran presentes en la atmósfera.
Desde la revolución industrial, en el siglo XVIII, las actividades humanas (industriales, domesticas y comerciales), han sido capaces de modificar el beneficioso efecto natural que proporcionan los gases atmosféricos mencionados. Así, la combustión de combustibles fósiles, la destrucción de las selvas tropicales y otras actividades llevadas a cabo por el hombre han contribuido con el incremento de la presencia de CO2 en un orden aproximado del 25% desde 1860, así como del metano y el oxido nitroso. Esto ha conllevado a un efecto invernadero repotenciado, es decir, mayor que el originado por procesos naturales.
El calentamiento progresivo de la tierra debido a dichas actividades es el fenómeno al cual se le denomina Calentamiento global. Los registros de mediciones indican un aumento de aproximadamente 0.6°C en la temperatura media mundial desde fines del siglo XIX, teniendo repercusiones en la elevación del nivel medio del mar, en la disminución de la capa de nieve en las latitudes medias y altas del hemisferio norte, en el retroceso de casi todos los glaciares montañosos presentes en regiones no polares y en el incremento sostenido de las precipitaciones en algunas regiones del mundo y sequías en otras. Es el fenómeno de rigor al que nos enfrentamos hoy, un calentamiento global que ciertamente entraña importantes variaciones, no solo en la temperatura, sino en otras variables climáticas importantes para la vida y para las actividades productivas como la humedad, la precipitación y los vientos.
El término cambio climático hace referencia a las modificaciones del clima por causas naturales, ya sean cambios astronómicos, modificaciones en la cantidad de energía emitida por el sol, erupciones volcánicas o modificaciones en la vegetación, los cuales se han presentado alternadamente durante la historia del planeta.
El cambio climático se puede entender como la transición, debido a algunas de las causas mencionadas, a un nuevo estado de equilibrio, pero con nuevos valores promedios para algunas de sus variables. Cambios climáticos han ocurrido en el pasado y seguramente ocurrirán en el futuro, por diversas causas y no solo por cambios en la concentración de lo gases de efecto invernadero; pues el clima es un sistema dinámico que evoluciona con el tiempo. La geología aporta evidencias indicativas de que el clima de la tierra ha cambiado en el pasado en diferentes escalas de tiempo (millones, miles, cientos, decenas de años) en virtud de causas naturales; su existencia y la supervivencia de las especies han estado estrechamente ligadas a los cambios de clima.
Pero hoy, de continuar la tendencia que desde 1976 sigue el calentamiento global, la configuración de nuevas condiciones climáticas, aunque no precisamente de equilibrio, no se harán esperar y podría tener lugar un acontecimiento completamente inédito: un cambio climático cuyo principal forzante tendría como origen causas antropogénicas.
En orden de ideas podríamos considerar la siguiente secuencia: Un aumento en la concentración de gases de efecto invernadero (H2O, CO2, O3, CH4, N2O y algunos aerosoles), sobretodo dióxido de carbono (CO2), potencia dicho efecto, repercutiendo en el aumento progresivo de la temperatura media global de la baja atmósfera y de la superficie terrestre (calentamiento global), lo que paulatinamente, y de manera sostenida en el tiempo, conlleva la modificación de las condiciones climáticas iniciales a un nuevo estado (cambio climático).
Seguiremos con la temática.
Nelson Vásquez Castellar.
www.elobservadorm.blogspot.com
Fuente bibliográfica: LA TADEO, Calentamiento global. Más ciencia, mejores políticas.
Fotografía de la Galería de MorBCN en Flickr (cc)
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