Es lo que tienen los resultados de algunas encuestas, que son como los buenos deseos de fin de año. Todos somos muy buenos, estamos dispuestos a todo, nos queremos mucho y no deseamos el mal a nadie. Tampoco al planeta, faltaría plus, pero que no metan mucho el dedo en la llaga, que no nos pregunten impertinencias como si, por salvar el planeta, usted comería menos, especialmente carne roja (supone el 18% del CO2 emitido), tomaría menos el coche o aviones. Mejor que el mundo se arregle solo, cuenta con todos nuestros buenos deseos, pero no a costa de cambiar de vida. De eso, ni hablar del peluquín, concluye una encuesta hecha a los británicos por Reuters sobre el comportamiento ambiental.

Mucho me temo que los resultados de esta encuesta son la triste realidad: desgraciadamente, la gente quiere salvar el planeta pero no está dispuesta a cambiar su vida. Cierto es que los humanos somos animalitos de costumbres, pero también estamos dotados de una cosa que se llama inteligencia, aunque ésta parece sucumbir ante la tentación de lo cómodo y conocido. Una pena, sobre todo porque la motivación del ciudadano es fundamental, precisamente ahora que los líderes mundiales se preparan para otra ronda de conversaciones sobre cambio climático a finales de este mes en Nueva York.

Y una pena porque, según dicen los expertos, sólo el activismo puede lograr recortes en el calentamiento del planeta, los gases de efecto invernadero. No olvidemos que más del 40% de dióxido de carbono del Reino Unido (CO2), el principal gas de efecto invernadero causante del cambio climático, proceden de la energía que usamos en casa y en viajes.

Fuente: por Ana en EcologiaBlog.com (cc)