Uno de los puntos focales para la construcción de una nueva mancomunidad reside en optar por una acción empática.
Adquirir y poner en práctica el sentido común, no en su acepción usual, sino en el sentido de lo que nos es común, lo que compartimos, lo que nos une.
Aproximarnos a la famosa regla de oro de todas las religiones: no hagas al otro lo que no te gustaría que te hagan a ti.
La vida seria así más fácil y la solución de diferentes situaciones problemáticas, más accesible.
¿De que modo las organizaciones al servicio de la comunidad podríamos aplicar esta consigna sencilla pero que paradójicamente resulta tan difícil de realizar?
Ponernos en lugar y sentir lo mismo que siente la comunidad a la cual vamos a dirigir nuestra acción. Tomar una actitud de servicio mas allá de aparentes problemas que en el camino pudieran surgir (uno de éstos es la lucha por la supervivencia, factor externo influyente cuando el énfasis está puesto en el crecimiento económico).
La empatía tiene total incidencia en la calidad de las comunicaciones.
Es además un factor importante en el surgimiento de la sinergia grupal entendida como grado de concertación de los elementos constitutivos del grupo para cumplir un propósito.
La empatía es un valor espiritual relevante. Implica escucha activa, desprendimiento de la idea propia con el fin de lograr un objetivo planteado en conjunto, respeto al otro y aún más, atracción por su diferencia, amor al prójimo, actitud conciliadora y desinteresada.
Muchas veces por hacer escuchar nuestra propia verdad olvidamos el contexto macro, la visión sistémica, integradora, de una realidad más compleja en la cual estamos sumergidos. Nos consideramos únicos portadores de la verdad.
No está mal sostener lo que uno cree, pero siempre y cuando esté contextualizado en un universo más amplio, en el que esté implícita una verdad más integral. Y para ver las otras facetas posibles de ese todo complejo, la empatía es indispensable.
La verdad, no necesariamente absoluta, sino contingente y consensual, surge de la interacción de las partes, de la participación. Una verdad holística, construida entre todos.
Y el ingrediente secreto de este sistema de participación reside en la empatía. En el sentido común, de ser como-uno. En ponerse en los zapatos de los otros y, porque no, sentir la piedrita de su calzado en la planta de nuestros propios pies.
De éste modo integramos y ampliamos nuestra verdad. Corregimos la posición de nuestro horizonte, actuamos con mayor altura y nuestros trabajos logran mayores impactos.
Fácil para explicar. Pero que desafío tan grande para aplicar.
Este pareciera ser un camino. Invitémonos a transitar por ésta ruta que es la de los amigos, los vecinos, las organizaciones de nuestros entornos. De éste modo podremos juntos, con una fuerza integradora, construir el mundo que tanto anhelamos.
Como muchos sabios sostienen: otro mundo es posible…y porque no decir…otro mundo es inevitable.
Haleh Maniei
Coordinadora de Gestión Institucional de la Fundación UNIDA
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