Si no se adoptan medidas decisivas para combatir el cambio climático, podría haber una “guerra mundial”, dijo el eminente economista, Nicholas Stern. Su público estaba formado el sábado por una elite pequeña, que se quedó varada aquí por el mal tiempo y hablaba del clima.
Los asistentes no podían hacer mucho para cambiar el tiempo pero tendrían en sus manos la posibilidad de hacerlo con el clima. Por ende, Nicholas Stern les habló sobre la posibilidad de que los éxodos masivos posiblemente generados por el cambio climático derivaran en un conflicto mundial. “De algún modo hay que explicarle a la gente cuán preocupante es esto”, dijo el pensador y economista británico.
Stern, autor de un reporte del gobierno británico que detalla el costo del cambio climático, fue uno entre una veintena de expertos –ministros del medio ambiente, negociadores sobre el tema y especialistas de 16 países– que tenían previsto volar a la Antártida para ver de primera mano la forma en que el calentamiento global puede derretir el hielo y elevar el nivel del mar en todo el mundo.
El vuelo de medianoche fue cancelado el viernes y el sábado por los intensos vientos en el continente más austral, ubicado a unos 5 mil kilómetros de aquí. Mientras esperaban en su hotel en Ciudad del Cabo a que las ráfagas amainaran para viajar al sur, el principal auspiciador de la misión, Erik Solheim (ministro del medio ambiente de Noruega) improvisó un encuentro donde los participantes compartieron el café y el vino, y hablaron sobre el futuro del planeta.
“La diplomacia internacional se basa totalmente en las relaciones personales”, dijo Solheim. “Mientras más gente se conozca entre sí, habrá menos posibilidades de que haya malos entendidos”.
El entendimiento será vital en este “año del clima”, mientras las naciones mundiales y sus negociadores hacen la cuenta regresiva hacia diciembre, cuando se realizará una conferencia climática de Naciones Unidas en Copenhague. Esa es además la fecha para concluir un nuevo acuerdo de gran envergadura que reemplace el Protocolo de Kioto –el acuerdo suscrito en 1997 y que expira en 2012– para reducir las emisiones de dióxido de carbono y otros gases que contribuyen al efecto invernadero por parte de las naciones industrializadas. Solheim reunió a participantes clave para la visita breve a la Estación Investigadora Troll, que tiene Noruega en el oriente antártico.
Xie Zhenhua, el negociador en jefe de China sobre el tema climático; Dan Reifsnyder, experimentado enviado de Estados Unidos en la materia, así como los ministros del medio ambiente de Gran Bretaña, Hilary Benn, y de Brasil, Carlos Minc Baumfeld, se probaron el sábado sus trajes térmicos para soportar el frío polar.
Más tarde, en la cena, los representantes de las potencias oyeron relatos de las naciones más pobres, acerca de las tribulaciones que enfrentan por el cambio climático, que ha tornado áridas algunas regiones y amenaza la producción de alimentos en Africa.
Jose Endundo, ministro del medio ambiente del Congo, dijo que visitó recientemente el Lago Victoria, en la cercana Uganda, que mide 80 mil kilómetros cuadrados y es una fuente vital para el Río Nilo. Ahí, vio que el nivel del lago ha descendido tres metros (10 pies) en los últimos seis años –un fenómeno atribuido en parte a las temperaturas más cálidas y a las lluvias más escasas. De cara a semejantes amenazas, “los países ricos tienen que darnos una mano”, consideró el ministro africano.
Pero fue Stern, ex jefe de economistas del Banco Mundial, quien planteó el sábado el panorama más desolador, apoyado por una presentación en PowerPoint ante sus colegas.
Si las naciones del mundo actúan responsablemente, lograrán producir electricidad y transporte por tierra con “cero emisiones de dióxido de carbono” para 2050, reemplazando las plantas generadoras por fuente eólicas, solares o de otra índole, y los vehículos basados en combustibles fósiles por autos que operen con electricidad u otras energías “limpias”. Así, el calentamiento global podría reducirse a dos grados centígrados (3,4 Fahrenheit) este siglo, consideró.
Pero si los negociadores fracasan, si la reducción en las emisiones no se hace pronto y con suficiente profundidad, los cambios climáticos severos y el aumento en el nivel del mar proyectado por los científicos tendrían consecuencias desastrosas.
Ello “transformaría los lugares donde puede vivir la gente”, dijo Stern. “La gente emigraría en masa. Cientos de millones, probablemente miles de millones de personas tendrían que emigrar si hay incrementos de cuatro, cinco o seis grados”.
Y habría un amplio conflicto global “porque no hay forma en que el mundo pueda manejar semejante éxodo poblacional en un periodo tan corto”, advirtió”.
Fuente: LaJornadaMorelos.com (cc)
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